Un hijo de siete meses es una caja abierta que se tiene que llenar de formas, colores, imágenes en movimiento, luces.
La educación en estas edades es cosa de la madre y el padre, pero a veces vale la pena que los bebés salgan de casa y se adentren en nuevos mundos, unos nuevos paisajes diferentes, donde las formas, los colores, las luces son absolutamente nuevos. Merece la pena que los padres los lleven a ver algún espectáculo teatral que los dejará con la boca abierta; o que los hará sentir inquietos; o que les provocará unas ganas irrefrenables de gritar; o de jugar; o de entrar a escena gateando. Las reacciones de un bebé son imprevisibles. Pero con esto ya cuentan los profesionales del teatro más infantil como Eduardo Telletxea y Mei Samarra, los actores integrantes de la compañía Aboon Teatro. Han estado en la sala Porta 4, este pequeño espacio que este año se ha trasladado a calle de Martí, en el mismo barrio de Gracia en Barcelona. Allá nos hemos adentrado con nuestro hijo de siete meses en el mundo de Baby Esféric.
La protagonista del espectáculo es la esfera, probablemente la forma con que los bebés pueden conectar más. Nacemos en una esfera y nos alimentamos de una media esfera. La esfera es suave, nada agresiva, aporta volumen. Es la forma perfecta por los más pequeños. Y a través de ella los dos actores nos van presentando una serie de pequeñas historietas que nacen de la gran esfera, la Tierra. El mensaje de Aboon Teatro está claro y diáfano para los mayores, todo nace de la Tierra. Para los más pequeños, tan sólo se trata de un juego de movimientos dónde de una especie de huevo gigante sale un hombre, donde verán como una tortuga gesta pequeñas tortuguillas, como unas abejas recolectan, como un lindo pez globo danza con una majestuosa medusa o como crean un muñeco de nieve.
Cada animalito, cada forma con que juegan los dos intérpretes son esferas y medias esferas, de varias medidas. Cada historieta está definida visualmente, pocas palabras se escuchan en el espectáculo. Y todas ellas están trabajadas desde la magia, buscando pequeños trucos y juegos que los más pequeños reciben embobados. En el fondo todo se remite a un juego de imanes que unen las diferentes piezas. Pero la magia también la trasladan los dos intérpretes a través de un trabajo de clown muy ajustado, dulce, y unos movimientos repetitivos que son danzas, en especial el baile juguetón entre la medusa y el pez globo luminoso. Y también hay espacio para el humor más naif cuando tienen que construir el muñeco. Los más grandes, los de dos a tres años sabían donde tenían que ir cada pieza. Nuestro hijo de siete meses en cambio se embobaba con los cálidos colores y las luces de los focos. Y cuando al final de la obra todo vuelve dentro de la tierra, cuando el círculo (la esfera) se cierra, y proyectan al fondo grandes paisajes, la atención es generalizada. Y al final del ritual, Eduardo Telletxea y Mei Samarra entregan dos esferas pequeñas a los bebés. La Tierra es de ellos. Pero esto todavía es demasiado temprano porque lo entiendan.
Todo en Baby Esféric está pensado para captar la atención de estos bebés. Después cada cual se expresa como quiere. De hecho, todavía tenemos grabado el agudo grito de aquella niña de un añito que debía de agujerear los tímpanos de algunos de los padres que estábamos allá. Pero para los dos intérpretes esto es el pan de cada día y saben como calmar este posible ímpetu. De una manera suave, divertida y muy mágica.